Hace unos días, mientras rebuscaba entre cables viejos y distintos aparatos de sonido, apareció algo que no esperaba encontrar: mi iPod Classic negro de 6ª generación.
Negro, sobrio, elegante. Con esa rueda de clics que parecía un pequeño mando del tiempo. Lo conecté, sin muchas expectativas… y encendió. Y conmigo, algo también se encendió.
Volver a ese aparato fue como reencontrarse con una forma de escuchar música que ya casi habíamos perdido.
Nada de notificaciones, ni algoritmos, ni pantallas que brillan. Solo tú, tus canciones y ese clic clic tan reconocible que te invita a navegar con calma.
Recordé lo que era montar una playlist con intención, elegir qué discos llevar en el bolsillo, escuchar un álbum entero… y quedarte en silencio cuando acaba. En 2025, eso casi parece un acto de rebeldía y quizá es el encanto que está encontrando quien retoma el iPod.
No soy el único ya que hay una comunidad enorme rescatando sus viejos iPods o comprando modelos antiguos para restaurarlos. Lo que empezó como un gesto nostálgico, está ganando popularidad. Algunos deciden reemplazar la batería el disco duro, sustituirlo con iFlash y tarjetas SD de hasta 1 TB, cambiar carcasas, botones y pantallas para personalizarlos.
Y claro, hay un factor de moda: vídeos virales, estética Y2K, aire vintage. Pero… ¿es solo eso? Yo mismo no tengo la respuesta clara.
¿Estamos volviendo al iPod por nostalgia o porque hay algo realmente valioso que habíamos perdido?
Mi iPod Classic funciona… y eso ya es mucho
Sea moda o no, el iPod funciona. Te obliga a escuchar con más intención, sin distracciones. Redescubres tus discos, los vuelves a mirar. Escuchas canciones que hace años no ponías. Y, quizás, vuelves a emocionarte.
No tengo claro si lo seguiré usando dentro de seis meses. Pero por ahora, me está ayudando a recuperar una relación más directa con la música. Y eso, para mí, vale muchísimo.
El mío sigue igual de bonito que el primer día. Ese acabado negro tiene algo especial. No solo se siente como un objeto tecnológico: es un objeto con alma.
Cada vez que lo saco y lo uso, surgen las preguntas. Parece un artefacto de otro tiempo… y en parte, lo es. Pero también es uno que sigue teniendo sentido hoy.
Lo más inesperado de todo ha sido la reacción de mis hijos. Cuando lo vieron, pensaron que era “un móvil muy raro”. Pero en cuanto lo encendí, les cambió la cara. Alucinaron viendo cómo se navegaba con la rueda, explorando los menús, descubriendo los nombres de los discos, las carátulas… incluso los juegos que vienen de serie, ¿os acordáis del Brick?. Había más juegos que se podían poner pero ya no están disponibles, podría ser interesante ver si hay alguna manera de encontrarlos.
Fue un momento mágico: mostrarles algo que usábamos a diario, y ver cómo se fascinan con lo mismo que a nosotros nos fascinaba. No porque sea viejo, sino porque está bien hecho.
Yo no lo tengo del todo claro, tal vez esto sea solo una moda. O tal vez estemos volviendo a mirar con cariño hacia atrás porque, entre tanto exceso digital nos hace falta algo más simple, más directo, más humano.
Sea como sea, yo ya he vuelto. La duda es si será funcional o acabará de nuevo aparcado.